por Catherine H. Anwandter,
C.S.B., de Santiago, Chile
Miembro del Cuerpo de Conferenciantes de La Iglesia
Madre,
La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts, U.S.A.
La conferenciante habló sustancialmente como sigue:
¿Han observado ustedes alguna vez a un animal salvaje en cautiverio? Tiene una mirada en sus ojos como si viera más allá de las rejas de su jaula hacia la libertad del bosque y la pradera. Camina de un lado para otro, y luego se echa al suelo para continuar mirando con la vista fija más allá de las rejas. Es fuerte el anhelo por sentirse libre, aun en los casos en que el cautiverio pareciera ineludible. Y esto también se ajusta a la vida humana.
Muchas veces sentimos que estamos detrás de rejas que nos impiden la libertad de la vida y la alegría de vivir. ¿No se han paseado ustedes algunas veces de un lado para otro, pensando desesperadamente en las rejas — las rejas interminables — del cautiverio humano? ¿Se han preguntado acaso, si existe una posibilidad de libertad; una promesa de liberación?
Por cierto que el animal salvaje fue creado para ser libre. Sus patas acolchadas, su cuerpo flexible, su aguda mirada pertenecen a las vastas extensiones y a los bosques espesos que constituyen su morada natural.
Pero, ¿qué decir del hombre? ¿Fuimos creados acaso para sentirnos cautivos de dificultades, de limitaciones, y de temor? Estas son las rejas que cruelmente nos separan de la libertad que por derecho nos pertenece. ¿Pero por qué nos resignamos a este cautiverio? ¿Por qué es que tan a menudo abandonamos nuestra lucha por alcanzar nuestra liberación? Creo que muchos de nosotros la abandonamos porque equivocadamente nos identificamos como seres físicos, sujetos a todas las limitaciones de la materia. Pero podemos empezar a reclamar nuestra liberación cuando aprendemos a rechazar este concepto de personalidad material — el limitado concepto personal acerca de nosotros mismos — y reclamamos con autoridad nuestra individualidad verdadera, espiritual. Dios creó al hombre para ser libre, y podemos hacer valer nuestro derecho a la libertad.
Una de las causas de nuestro cautiverio es el cuadro erróneo que mantenemos acerca de nuestro propio ser, un cuadro que nos presenta meramente como un cuerpo físico con su propia mente personal y definida. Nuestro carácter y apariencia personales forman la imagen de nuestra personalidad humana. Mantenemos esta imagen casi inconscientemente a través de nuestra vida. Está tan firmemente arraigada en nuestro pensamiento que apenas si notamos cómo influye en nuestras decisiones.
Por ejemplo: algunas veces quisiéramos hacer algo para mejorar nuestra situación, pero si mantenemos una imagen negativa y limitada acerca de nosotros mismos, encontramos que ésta nos impide hacerlo. Esta imagen errónea es más fuerte que nuestros deseos, más fuerte que nuestros sueños llenos de esperanza y optimismo. Y de esta manera, esta imagen errónea acerca de nosotros mismos, parece dirigir nuestra vida, a menudo deteniendo nuestro progreso o echando a perder lo que podrían ser nuestras relaciones más felices.
Generalmente, pensamos en esta personalidad limitada como algo permanente, con falsos rasgos de carácter que siempre tendremos. Y creemos que no hay mucho que podamos hacer acerca de ellos. Esta falsa imagen de nosotros mismos lleva a la soledad y al sufrimiento. Nos ata y limita en muchas direcciones. Socava o impide realizaciones correctas.
Si luchamos contra ciertos defectos de carácter como si fueran parte integral de nuestro ser, o si soportamos con amargura las dificultades que nos ocasionan, esto nos acorrala aún más estrechamente. Nos sentimos atrapados en nuestra propia personalidad. ¿Acaso no han escuchado el reparo: "Bueno así soy, y no hay nada que pueda hacer para cambiar"? Esta actitud defensiva lleva al conflicto, al aislamiento y a la soledad.
La soledad es una prisión, obscura y fría. El sufrimiento que ocasiona nubla nuestra vida y nos sume en el aislamiento de nuestra propia personalidad. ¿Quién de nosotros que ha sentido la desolación de la soledad no anhela la liberación, la liberación de sí mismo, de un concepto físico de nosotros mismos y de nuestros propios pensamientos y sentimientos negativos? Muchos de nosotros hemos sufrido la pérdida de un ser querido, un miembro de la familia o un amigo, una estimada compañía. Esto puede parecer a veces lo más difícil de sobrellevar, porque generalmente nos sentimos tan envueltos en nuestras propias emociones.
Una noche visité a una amiga cuyo esposo había fallecido hacía poco. Ella era una cantante de renombre, de temperamento sumamente delicado y artístico. Yo sabía que estaba terriblemente desconsolada. Cuando la vi, tenía el aspecto de una débil mujercita vestida de luto agobiada por el pesar y la soledad.
Sabía por propia experiencia todos los sentimientos que nos mueven cuando la pena acongoja el corazón. Y me di cuenta de que sólo la compasión y ternura infinitas de Dios podían sacarla de las profundidades del dolor. Entonces sentí como si esta misma ternura me moviera a ver a través de su apariencia física y percibir en ella su identidad espiritual. De pronto recordé cómo se menciona en la Biblia la idea de "novia" como un símbolo de pureza, felicidad y paz. La palabra "novia" en la Biblia representa el pensamiento puro que busca su fuente en Dios, consciente sólo de su unidad con Dios, desposado con el Amor divino.
Así consolé a mi amiga, recordándole suavemente que podía estar agradecida por los muchos años de compañía que había disfrutado. Después le expliqué que ahora podía elevarse a un concepto más elevado de parentesco, es decir, de unidad con Dios, con la fuente infinita de todo bien. Le señalé cómo Juan, en el libro de Apocalipsis, describe su visión de realidad espiritual como una novia que descendía "del cielo, de Dios". Y le pedí que se elevara de ese concepto de viudez a la consciencia pura y espiritual de la vida y el bien en unidad con Dios, siempre renovada y fresca. Y le leí la promesa de la Biblia de ese mismo pasaje: "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto,... ni dolor". (1)
Su aspecto cambió totalmente. Irradiaba una paz y quietud espirituales. Después de un momento me dijo que mucha gente la había visitado y tratado de consolarla, pero que sólo la habían dejado con un sentimiento mayor de soledad y desolación. Ahora había sentido un nuevo concepto de vida y luz, y de la continua presencia del amor de Dios.
Cuando la vi al día siguiente ya no vestía de luto. Aún tenía en su mirada una luz interior como si tuviera una nueva vislumbre de su verdadera identidad, un reconocimiento consciente del espíritu de Dios como la esencia vital de su ser. Había empezado a sentir la liberación que viene cuando aprendemos a prestar menos atención a la personalidad física y limitada, y nos elevamos más hacia nuestra verdadera identidad como la expresión de Dios, llena de felicidad espiritual.
Podemos aprender a distinguir entre el falso concepto de personalidad y la verdadera individualidad. Podemos aprender que la personalidad mortal es un cuadro falso acerca de nosotros mismos. Nos dice que somos una mezcla de mente y materia, de bien y de mal, de vida y muerte. Por otra parte, la comprensión cristianamente científica de nuestra identidad es una clara visión de nuestra individualidad espiritual que expresa al gran YO SOY que es Dios, el Espíritu.
Esta individualidad espiritual no está desunida o separada de su gran fuente llamada Dios. Vemos que estamos con Dios y Dios con nosotros. De manera que, en realidad, no debiéramos identificarnos como cuerpos físicos, sino como consciencia individual. Y como consciencia individual, estamos conscientes de la gloria y libertad del ser ilimitado.
Cuando vemos que nuestra identidad no está separada de Dios, somos liberados de las inhibiciones y limitaciones de un concepto meramente físico o personal acerca de nosotros mismos. Esta identificación correcta significa que cada uno puede afirmar su libertad del pecado, la enfermedad y la muerte. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, (que en español significa Ciencia Cristiana y es el nombre que la Sra. Eddy dio a su descubrimiento) explica esto en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.
La Sra. Eddy explica que la comprensión de la verdadera identidad capacitará finalmente a cada uno a lograr salud y libertad y dominio espiritual. Dejaremos de estar tiranizados por las limitaciones de un cuerpo material y carácter personal. Por ejemplo, ella declara: "Tarde o temprano aprenderemos que las cadenas de la capacidad finita del hombre son forjadas por la ilusión de que éste vive en el cuerpo, y no en el Alma, en la materia y no en el Espíritu". (2) Cuando rompemos esta ilusión, perdemos un concepto rígido y complaciente de nosotros mismos, y alcanzamos el ideal espiritual del hombre, nuestra propia individualidad luminosa y llena de recursos y habilidades.
La individualidad espiritual no se ve con los ojos. Encontramos, más bien, esta individualidad a medida que crecemos en amor, en una apreciación del bien, de la belleza, y de la paz espirituales. Entonces comprendemos que en nuestra verdadera identidad no estamos sujetos a leyes materiales, a las debilidades de la carne. La verdadera identidad es impecable, imperecedera, armoniosa y eterna. Mediante el conocimiento de nuestra unidad con Dios, podemos valernos del poder del bien. Podemos sentir las fuerzas del bien, para vencer el Mal, y para mantener la salud como la condición normal de la vida. Esto nos capacita para rechazar los temores y discordias que pertenecen a la personalidad material. Cuando conocemos nuestra identidad permanente y espiritual, nos liberamos de los sufrimientos y angustias de un concepto falso y personal del "yo".
En el ejemplo que acabo de citar, la liberación del pesar que experimentó mi amiga requirió un cambio de pensamiento, de una base material a una base espiritual. Por esto quiero decir un cambio en la manera de pensar acerca de sí misma desde un punto de vista egocéntrico a una comprensión de su identidad como espiritual, como el reflejo consciente de Dios, el Espíritu.
Cuando hacemos este cambio básico, dejamos de identificarnos con la carne. Nuestra identidad verdadera no consiste en un cuerpo o personalidad material en el cual prevalecen la voluntad humana, el egoísmo y el amor propio, sino en pensar, sentir y expresar la bondad, la sabiduría y el amor de Dios como fueron enseñados por Cristo Jesús.
La misión de Jesús nos enseña cómo abandonar un falso concepto de identidad, cómo abandonar el cuadro total del hombre como un mortal sujeto a condiciones materiales. Jesús encaminó el pensamiento fuera de la personalidad humana hacia la identidad verdadera del hombre como el hijo de Dios. El parentesco con Dios significa unidad con la gran causa o Principio divino de nuestro ser, y revela una individualidad más amplia, dándonos mayor confianza en nuestra propia capacidad de expresar las infinitas cualidades y facultades de Dios.
Los antiguos profetas hebreos vislumbraron la venida del Mesías, o Cristo, que habría de mostrarles a los hombres el camino de la liberación del mal. Jesús cumplió esta profecía y presentó el Cristo, el Hijo de Dios, como la Verdad libertadora del ser del hombre.
Jesús expresó en su propia vida el poder del Cristo, la Verdad, para sanar a los enfermos, reformar al pecador, y hasta para resucitar a los muertos. El Cristo, la Verdad, liberó a la gente de los mismos males que atormentan nuestra vida hoy en día. ¿Por qué no comprendemos este Cristo, y utilizamos esta Verdad, para liberarnos hoy día del pecado, la enfermedad y la muerte? Jesús enseñó que el Cristo no le era peculiar a él solamente, sino que era la Verdad viviente para todos. Sus palabras despertaron a sus oyentes a reconocer su propia identidad espiritual como hijos de Dios. Algunos de esos fieles oyentes registraron aquellas palabras de manera que nosotros también podamos escucharlas. Recuerden lo que dice el Apóstol Juan en una de sus epístolas: "Amados, ahora somos hijos de Dios". (3)
Jesús inició su misión con esta advertencia: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". (4) Cuando Jesús dijo "arrepentíos", se estaba refiriendo a un cambio mental. La palabra "arrepentimiento" es en griego "metanoia", que quiere decir un cambio radical de consciencia, un cambio de base. De manera que el arrepentimiento literalmente exige un cambio del punto de vista humano de considerarse uno a sí mismo como un mortal, al punto de vista divino del hombre como el Hijo de Dios.
El arrepentimiento significa volverse del concepto físico de nuestra personalidad humana a nuestra individualidad espiritual semejante al Cristo — inseparable de Dios. También quiere decir volverse del mal al bien, de la materialidad a la espiritualidad. Significa volverse del concepto mundano y personal acerca de nosotros mismos al individuo impecable y santo que cada uno de nosotros es en realidad, que no está perdido en las inquietudes del mundo, sino seguro en el cielo del bien, en la armonía de la Vida. No dependemos más de nuestro concepto finito de personalidad, sino que nos volvemos completamente a Dios, el Espíritu, como la fuente de nuestra identidad. Significa volverse al Cristo como la Verdad viviente de nuestro ser. Entonces podemos sanar y ser sanados.
Esto quiere decir que es posible volverse del cautiverio del pesar y sufrimiento en el cuerpo y ser liberados por el Cristo. Liberados al comprender que no están encerrados en la materia, sino que incorporan o expresan las cualidades, facultades y fuerzas de Dios, vuestra Mente divina o Espíritu. Significa vivir, pensar, sentir, ver, y moverse como la expresión consciente de la Vida divina, sin estar limitados por la personalidad humana o cuerpo físico. Todo el ser está libre de estorbos, libre del peso de la materia, y de las limitaciones personales, está, en cambio, consciente de la sempiterna unidad de Padre e hijo, de Dios y Su creación espiritual, el hombre. El Cristo, o la Verdad, opera como ley, revelando la perfección de vuestro ser y destruyendo simultáneamente el mal.
La liberación es, entonces, el estar libre de la dominación de un poder extraño. Nos libera de las barreras aprisionantes de esa imagen personal fabricada por nosotros mismos, con sus feos rasgos de carácter. Nos libera de la imposición y presión de la voluntad humana y la opinión personal. La correcta identificación de nosotros mismos como la expresión consciente de Dios trae curación —curación de todo aquello que nos esté molestando. La vista, el oído, el sentido y el movimiento son tan libres como el pensamiento mismo. No están en el cuerpo. Nuestra verdadera vista, oído, tacto y movimiento son las facultades eternas y espirituales del ser del hombre. La presencia y el poder de Dios se manifiestan en la salud y perfección de nuestra vida.
La Sra. Eddy dice: "La curación de la Ciencia Cristiana es 'el Espíritu y la esposa', — el Verbo y el enlace de este Verbo con todo pensamiento y acción humanos —, que dice: Ven, y yo os daré descanso, paz, salud, santidad". (5)
Una amiga mía encontró su libertad, su liberación de una larga enfermedad crónica, cuando aprendió a identificarse como la semejanza espiritual de Dios. Desde su infancia venía padeciendo de una enfermedad de los huesos. Le causaba un dolor insoportable. A pesar de haber sido operada muchas veces todavía necesitaba de muletas para caminar. Puesto que no pudo ir al colegio, se educó en casa. Años después se sintió suficientemente fuerte para dejar su hogar e ir a estudiar fotografía a una gran ciudad.
Abrió una pequeña oficina, pero debido a que estaba enferma y padecía de dolores frecuentes, apenas si podía ganarse la vida. Pero trabó amistad con unas personas de la oficina contigua a la suya. Cuando se enteró de que eran Científicos Cristianos, decidió averiguar acerca de esta religión y fue a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Empezó a estudiar Ciencia y Salud, a pesar de que dudaba bastante de la existencia de Dios.
Después de una gran lucha, empezó a sentir la presencia de Dios por primera vez. Se consagró al estudio de Ciencia Cristiana y con la ayuda de una persona experimentada en esta Ciencia, se sanó. Su temor fue eliminándose a medida que su pensamiento se fue transformando de una base material a una espiritual. Fue liberada de la servidumbre a un cuerpo enfermo, y halló su curación al comprender al Cristo, la idea verdadera de Dios y de su propia individualidad espiritual. Dejó de pensar acerca de si misma como de un mortal limitado y enfermo, y encontró paz y alegría en su identidad como la expresión de Dios. Finalmente sanó completamente a tal punto que una compañía de seguros confirmó que su salud había sido restaurada totalmente.
La liberación física que trajo esta curación a mi amiga fue solo el comienzo. Pronto fue liberada en muchas otras formas. Liberada para vivir como otra gente, para jugar al golf, manejar un automóvil, para seguir adelante con su carrera — y todavía lo más importante, para continuar creciendo en su comprensión de Dios y de su verdadera naturaleza. ¿Cómo podemos definir con palabras lo que significa una curación como ésta?
Significa que cualquier persona puede encontrar la liberación de la esclavitud impuesta por la enfermedad mediante un cambio radical de mente, que le abre una nueva perspectiva de vida. Al cambiar el concepto mental acerca de nosotros mismos de una base material a una base espiritual, aprendemos a vivir en la armonía y perfección del ser espiritual. Podemos experimentar la libertad y la alegría de la salud como la condición normal de nuestro ser. Y el bien fluye en nuestra vida como el resultado natural del amor de Dios para con el hombre.
Podemos hacer esta transición a la vida de libertad en Cristo cuando mentalmente abandonamos la creencia de vida y sensación en el cuerpo. Esto es porque lo que se manifiesta como un cuerpo material no es sino una proyección de la manera de pensar limitada y material. Pero el poder del pensamiento espiritualizado nos libera del cautiverio del pensamiento finito. Nos eleva a las alturas gloriosas, de nuestro dominio otorgado por Dios. Y encontramos salud y libertad en el Cristo — en la Verdad espiritual de nuestro ser.
Pero la liberación verdadera no consiste simplemente en liberarse del mal sino en sentir el desarrollo constante del bien y disfrutar de paz y salud, de belleza y armonía. La liberación verdadera nos deja sentir y comprender nuestra unidad espiritual con Dios. Permite que nuestro verdadero carácter se revele como la expresión de la naturaleza de Dios. Es importante pensar correctamente acerca del carácter, porque algunas veces los rasgos falsos de carácter pueden ser los más restrictivos, las cosas más limitadoras y mortificantes de nuestra vida.
El efecto transformador de identificarnos espiritualmente penetra hasta nuestros pensamientos más profundos. Nos libera del falso concepto de características personales, y comenzamos a vivir más de acuerdo con la naturaleza de Dios.
La Sra. Eddy saca esto a luz cuando escribe en Ciencia y Salud: "El Ser Divino tiene que ser reflejado por el hombre, de lo contrario, el hombre no es la imagen y semejanza de Aquel que es 'del todo amable'," (6) y más adelante define, en parte, al hombre como ". . . la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas". (7)
Nuestro carácter verdadero consiste en vivir estas ideas correctas o cualidades divinas. El amor, el bien y la belleza del carácter verdadero manifiestan la gloria de la idea de Cristo. No debemos dejar que la fricción del mundo eche a perder nuestro carácter otorgado por Dios. No tenemos por qué aceptar rasgos de carácter erróneos como si fueran nuestros.
El pecado — el quebrantamiento de los mandamientos de Dios — levanta una barrera mental que parece separarnos de nuestra legítima libertad. El error básico es la falsa identificación, la identificación que cree que estamos separados de Dios y que cada uno tiene una mente propia y carácter personal.
Es una falsa imagen que tenemos acerca de nosotros lo que nos impide disfrutar de todo el potencial de nuestra identidad espiritual, y nos ata a las limitaciones y defectos de una personalidad finita. Pero al reconocer nuestra unidad con la Mente divina podemos reflejar las ideas correctas o cualidades divinas y liberarnos de estos defectos y limitaciones. El reflejo radiante del espíritu de Dios es la luz del Cristo que disipa la obscuridad del mal. La Biblia se refiere a esta luz cuando dice: "Dios. . . ha resplandecido en nuestros corazones, para darnos la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". (8)
¿Se han puesto a pensar alguna vez que ustedes pueden manifestar la luz de la gloria de Dios en vuestra faz? Pablo sabía esto, porque agrega: "Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor". (9) ¡Seamos entonces veedores espirituales! Veamos la faz del Amor divino, y seamos "transformados. . . en la misma imagen. . . como por el Espíritu del Señor".
Y así podemos liberarnos de ésa imagen o concepto mortal acerca de nosotros mismos, y sentir el consuelo de la liberación mediante el Cristo.
Cuando nos familiarizamos con la realidad espiritual de nuestro ser, no sólo nos liberamos del concepto finito de personalidad, sino que somos capaces de expresar más de la gracia y poder de Dios.
La palabra "gracia" es posible que no se use mucho hoy en día, pero es una de las palabras más poderosas y bellas en la Biblia. Señala el amor y la misericordia de Dios, que está siempre a nuestro alcance para ayudarnos y salvarnos en cada situación. La gracia es el amor desbordante que satisface abundantemente toda necesidad. Llega a nosotros cuando buscamos el consuelo y dirección de Dios. Está con nosotros en momentos de angustia, de temor, de enfermedad. La gracia divina nos da la fortaleza, la libertad y comprensión que nos ayudan a vencer la tentación. Alivia nuestra angustia y satisface nuestros anhelos.
La gracia es el poder que libera a la humanidad del mal. Este propósito y poder fueron manifestados en la venida de Jesús. La vida de Jesús reveló el Cristo, la verdad de que somos hijos de Dios. Jesús vino como el Salvador personal, liberando a la humanidad del mal.
Pero Jesús sabía que después de su partida la gracia de Dios continuaría en su misericordia a mandar otro Consolador, quien "os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho". (10) La Ciencia del cristianismo es el Consolador prometido por Jesús. La Ciencia Cristiana libera a todos por medio de la iluminación y comprensión espirituales.
La vida de la Sra. Eddy es un claro ejemplo de la liberación, mediante el Cristo, de un falso sentido de identidad. Ella fue más allá del concepto mortal de su ser hacia la comprensión de su individualidad espiritual. Por medio del estudio y la oración llegó a comprender la magnitud de la vida de Jesús y el significado de la verdad que él vivió. La Biblia le enseñó que el Cristo no era solamente el Jesús personal, sino la Verdad espiritual del hombre como hijo de Dios. Vio que esta Verdad era el Salvador universal, el Consolador que Jesús había prometido que el Padre enviaría.
Al rayar la luz de esta comprensión se sintió invadida de reverencia y gratitud. Más tarde escribió: "Así fue cuando llegó el momento del enlace del corazón con una existencia más espiritual". (11) Esta luz espiritual jamás la dejó. La gloria de esta comprensión fue obscurecida algunas veces por el odio y la traición del mundo. Pero la gracia divina la sostuvo y jamás perdió la visión de la realidad espiritual, esa realidad espiritual que es básica para la revelación de la Christian Science y para la comprensión de sus enseñanzas.
Fue esta misma comprensión que llevó a la Sra. Eddy a percibir que podía curar por medios espirituales solamente y que podía enseñar a otros a curar también. Por este motivo tuvo que enfrentar la mofa de la sociedad y la critica mordaz. Pero valientemente continuó en obedecer el llamado de dar a conocer la Verdad al mundo, y salvar a la humanidad de la esclavitud de la materia.
La Sra. Eddy expresó el amor maternal de Dios en su tierna compasión por el sufrimiento de toda clase. Lo manifestó en la manera natural con que curó la enfermedad al percibir la integridad y perfección del hombre como Hijo de Dios. Desenmascaró el mal y el sufrimiento como una mentira que es destruida al comprender el Cristo, la Verdad, como fue enseñado por Jesús.
En cierta ocasión vino una madre desconsolada a la Sra. Eddy en busca de ayuda y consuelo. Trajo con ella a su bebé recién nacido, cuyos ojos estaban tan terriblemente inflamados que no había ninguna evidencia de que tuviera vista; no se podían ver ni la pupila ni el iris. La Sra. Eddy tomó a la criaturita en sus brazos, y al contemplarla se sintió invadida de amor y compasión. Elevando su pensamiento a Dios en oración se sintió segura de que Dios en Su infinito poder y tierno cuidado no permitiría que el mal — la materialidad — cegara a esta criaturita. Cuando devolvió el bebé a su madre, ya estaba sano. (12)
La comprensión científica de su verdadera identidad sacó a la Sra. Eddy de la enfermedad y del sufrimiento, la sacó de la soledad y del infortunio, hacia una vida plenamente realizada como Descubridora y Guía de la Ciencia Cristiana.
La pobreza y el desprecio se sometieron a la prosperidad y al respeto en su experiencia. Pero ella jamás titubeó en el propósito de su vida de compartir su descubrimiento de la Ciencia Cristiana y su poder liberador.
Quizás una de las bendiciones más grandes que podemos experimentar por medio de las enseñanzas de esta Ciencia es aprender a cómo vencer el temor.
El temor es la primera emoción que se siente ante el peligro. Pero también se presenta sutilmente en varias formas; tales como el terror a la otra gente, temor de accidentes, de enfermedad, hasta el temor de la muerte.
A medida que despertamos del falso concepto acerca de nuestra identidad, y reconocemos la verdadera identidad de todos como el hijo de Dios, empezamos a perder el temor a otra gente, el temor de lo que piensen, de lo que puedan decir o hacer. La curación de este temor trae un gran sentido de liberación en nuestra vida. Aprendemos a confiar en nuestra propia capacidad de expresar las cualidades divinas, y de amar la presencia de Dios en los demás.
Un joven a quien conozco sufría de un temperamento extremadamente nervioso y no le fue posible terminar el estudio de humanidades. Se sentía frustrado e incapaz de trabajar o de aceptar un trabajo de cualquier clase. Perdió todo interés por la vida, y se sentía tímido y temeroso ante la presencia de otras personas. Pasó muchos años de su vida de esta manera hasta que encontró la Ciencia Cristiana. Empezó a comprender la verdad espiritual de su ser, y gradualmente se liberó del limitado concepto personal acerca de sí mismo.
Con la ayuda de la Ciencia Cristiana inició sus estudios nuevamente. Ese año, a la edad de 25 años, pudo graduarse de la enseñanza secundaria. Pasó con buen éxito los exámenes necesarios, mientras que anteriormente nunca le fue posible encarar estos exámenes. Esto le abrió una nueva vida, y empezó a trabajar en distintos empleos. Más tarde se fue a otro país, lejos de su familia y amigos, quienes todavía pensaban que nunca saldría adelante. Trabajó y ahorró suficiente dinero para volver a su hogar y llevar una vida normal, trabajando en su propio país.
La liberación de un falso sentido de personalidad lo salvó del temor, del temor de sí mismo y del temor a otras personas. Se dio cuenta de que podía expresar su capacidad otorgada por Dios y sentir la alegría y plenitud de vivir.
La comprensión de la presencia del Cristo en nuestra vida nos da la seguridad del amor de Dios. Nos capacita para expulsar la desesperanza del pecado, el profundo padecimiento de la culpabilidad, y la carga de la obsesión del mal. La sabiduría y guía de la Mente divina gobierna nuestros pensamientos y acciones para prevenir accidentes y sacarnos del peligro inminente. Estamos conscientes de que nuestra identidad está mantenida por la Mente divina, en la Vida y en el Amor. Podemos confiar en nuestra unidad con la Vida eterna en el Cristo. Y así ganamos un concepto imperecedero de la vida que disipa el temor de la muerte. La idea correcta acerca del cuerpo como incorporación de vida, inteligencia y perfección, refuta la falsa creencia de que estamos encerrados en un físico mortal que decae y muere.
Esto es lo que Jesús demostró con su resurrección. El triunfo de Jesús sobre la crucifixión es el supremo ejemplo de liberación, liberación del mal de toda clase: de la muerte, del sufrimiento, de la brutalidad humana y la angustia mortal.
Se dice que algunas de las primeras pinturas de la crucifixión, representaban a Jesús como si estuviera mirando el mundo desde la cruz con amor y compasión, como si estuviera ilustrando lo que él mismo había dicho: "Tened buen ánimo; yo he vencido al mundo". (13)
Vencer al mundo es comprender al Cristo, la Verdad, la verdad del ser que nos capacita para dejar atrás las pretensiones de la materia — para vencer el temor de las condiciones materiales, para no ser tocado por las ambiciones meramente mundanas, o por la indiferencia de la gente. Vencer el mundo es someterse completamente a la gracia y poder infinitos de Dios. Nos trae el sentido radiante y triunfador de unidad consciente con Dios.
En cierta ocasión la Sra. Eddy predijo: "El astrónomo ya no tendrá necesidad de levantar su vista hacia las estrellas, mirará desde ellas, contemplando el universo". (14) El libro, Ciencia y Salud, en el que aparece esta profecía, fue publicado por primera vez en 1875 — hace 100 años. Sus palabras son más que una profecía de los viajes espaciales y los adelantos de la astronomía moderna. Pueden ser una advertencia a nosotros para que nos desprendamos, ahora mismo, de esa manera de pensar atada a lo terrenal para alcanzar la vista grandiosa del hombre y del universo como se ve desde un punto de vista espiritual más elevado.
Al perder de vista la imagen personal acerca de nosotros mismos, al apartarnos del cuerpo físico que se supone tiene vida y sensación, podemos elevarnos a las alturas celestiales, a las estrellas — a la iluminación de la comprensión espiritual. Entonces podemos contemplar al hombre y al universo como Dios los ve. Veremos a la creación como un panorama infinito de armonía, belleza y perfección. Y en verdadera humildad espiritual, reconoceremos nuestra verdadera identidad como hijos de Dios - la expresión consciente de la Mente infinita y el Amor divino.
Al no adherirnos más al concepto humano de personalidad, nos liberamos de un concepto de cautiverio en un cuerpo físico, nos liberamos de la historia mortal y los errores y limitaciones de una personalidad finita. Podemos descansar en el Amor que ve a través de la niebla de las creencias materiales la luz y libertad del universo de Dios. Y sentimos el consuelo de la liberación por medio del Cristo.
* Christian Science
(Crischan Sáiens).
1. Apocalipsis 21:24.
2. Ciencia y Salud con Clave de las
Escrituras, pág. 223.
3. I Juan 3:2.
4. Mateo 4:17.
5. The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 153.
6. Ciencia y Salud, pág. 3.
7. ibid., pág. 475.
8. 2 Corintios 4:6 (según la Versión Moderna de la Biblia).
9. ibid., 3:18.
10. Juan 14:26.
11. Retrospección e Introspección,
pág. 23.
12. Sibyl Wilbur, The Life of Mary Baker Eddy, pág. 70.
13. Juan 16:33 (según la versión moderna de la Biblia).
14. Ciencia y Salud, pág. 125.
[1976.]
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